viernes, 24 de diciembre de 2010

Desde el Riñón a la Educación (ES)

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Hace unos meses tuve un cálculo en el riñón y hoy me tocaba visita con el urólogo. Esta es una transcripción de la conversación que tuvimos.

—¿Edad? —dijo el urólogo según abría yo la puerta de su consulta.


—35 —respondí cuando aún no había entrado completamente en la habitación.


—¿Enfermedades? —yo aún estaba cerrando la puerta.


—¿Enfermedades? —respondí, no sabiendo muy bien cómo contestar a esa pregunta.


—Enfermedades que hayas tenido —me dijo mientras sostenía una bolígrafo y miraba un papel en blanco.


—Sarampión, paperas, varicela… —dije mientras me acercaba a la silla de la consulta, donde se supone que debería haber estado sentado antes de iniciar cualquier conversación relevante.


—¡Crónicas! —dijo levantando la voz mientras continuaba empuñando el bolígrafo con la mirada fija en la hoja.


—¡Buenos días! —dije nada más sentarme en la silla. En ese momento el urólogo levantó la mirada haciendo el primer contacto visual con mis ojos desde que entré en la consulta. Sonreí.

—¿Para qué has venido? —Volvió a retirar la mirada hacia el papel y el bolígrafo.
—He tenido una piedra en el riñón y me remite el médico de cabecera para un chequeo. —Le entrego el informe que me dio el médico de cabecera. El urólogo coge los papeles y dirigiéndose a su enfermera, la cual había permanecido todo el tiempo de espaldas tecleando frente a un ordenador, dice—: ¿A ver qué podemos hacer por este enfermo?

—¿Dónde está el sobre que venía con esto? —me preguntó dejando los papeles a un lado sin mirarlos tan siquiera.

—El médico de cabecera sólo me dio esos papeles, no me dio ningún sobre.

—Pues a partir de ahora —dijo cogiendo un sobre— siempre que vengas a la consulta me traes toda la documentación relevante en este sobre. —Acto seguido metió el informe del médico de cabecera en el sobre. En ese punto de la conversación no sabía si levantarme e irme o sacar un bloc de notas y contestar—: Disculpe, me voy a apuntar lo del sobre para que no se me olvide.

—Bueno, ¡cuéntame qué te pasa! ¿Dolor?, ¿síntomas?

—Bueno, ahora no me duele nada.

—O sea, asintomático —me replicó.

—Sí, supongo que ese es el término correcto, sí, lo que pasa es que he tenido una piedra en el riñón y antes me dolía mucho, pero desde que la he echado ya no me due…

—¿Y dónde está ese cálculo? —me preguntó sin dejarme terminar la frase.

—Lo están analizando.

—A ver no entiendo. Sin los análisis no te puedo recibir. ¿Te han hecho placa del abdomen?

—No.

—Pues te haces una placa y me traes los análisis de ese cálculo y vuelves a coger cita abajo para esta consulta. —Comienza a rellenar un volante y sin tan siquiera mirarme a los añade—: Lo único que te puedo decir hasta ese momento es que bebas mucha agua. —Le entrega el volante a la enfermera quien me lo pasa junto con el sobre.

—Adiós —dijo la enfermera volviendo a su pantalla de ordenador.

—Adiós y felices fiestas —respondí, mirando la escena de dos personas absortas en sus propios mundos, para las que yo no he sido más que interrupción en su autística mañana.


Creo que me puedo ahorrar cualquier comentario posterior, de la conversación anterior puedes inferir bastante bien mi opinión al respecto. Te puedes imaginar las ganas que tengo de volver a ver a ese urólogo. No sé si es que estoy especialmente sensibilizado hacia las personas desde que estudio psicología, pero oírle al médico referirse a mí como "el enfermo" mientras se dirigía a su enfermera-secretaria estando yo delante, me chirrió bastante en los oídos.

En la carrera se plantea el eterno debate entre psiquiatras y psicólogos. Desde el modelo biomédico, es decir, desde el punto de vista de un médico los pacientes son enfermos, y las personas que tienen algún trastornos psicológico son enfermos mentales. Desde el punto de vista de la psicología no existen las enfermedades mentales como tales.

No sé si habrá algún médico leyendo esto, pero el hecho de concebir a la persona que tienes delante como un enfermo, o como una persona a la que le pasa algo y a quien intentas ayudar marca una diferencia clara en el enfoque y el punto de partida.

Una de las tareas del psicólogo es reestructurar el enfoque que los clientes tienen des su problemas. La situación a menudo no cambia, pero la forma de concebirlo puede hacer que una persona lo vea todo negro y cuesta abajo, se deprima y no haga nada para cambiarlo, o que lo vea cuesta arriba pero posible y termine por superarlo. No nos damos cuenta de la importancia de las palabras, de las valoraciones que hay detrás de las palabras y de cómo estas influyen en el tono emocional, en el sentimiento que se tiene sobre las situaciones a las que se refieren.

Piensa en la siguiente diferencia:
  • Ya viene la petarda de mi suegra otra vez a traernos su puta comida.
¿Qué emoción te transmite esa frase? ¿Positiva o negativa?
  • Mañana viene la mamá de mi mujer que cocina tan bien.
¿A que cambia bastante? La persona es la misma, pero decir una u otra cosa, activa uno u otros esquemas mentales.


Lo mismo pasa si vemos a la persona que entra por la puerta como:
  • El enfermo número 15 de esta mañana con una piedra en el riñón.
O si lo concebimos como:
  • Alen, este chico alto y sonriente que viene de parte de su médico de cabecera porque ha tenido una piedra en el riñón hace poco y vamos a preguntarle qué tal está y cómo se encuentra. (Por otro lado si el urólogo de esta mañana habría pensado así, no estaría escribiendo esto ahora)
Creo que he dejado bien claro lo que quería decir. Una vez más queda patente que la psicología no es sólo psicoterapia (ni psicoanálisis) ni tratar a personas con problemas sino que tiene una gran utilidad en el ámbito educativo, tanto de niños como de adultos. Lo mismo que nos enseñaron a pensar de manera lógico analítica y a resolver un problema de matemáticas en la escuela, también pueden enseñarnos a pensar de manera empática y emocional. Esta no es una labor que automáticamente deba caer en los padres, y mucho menos si los padres son personas que no saben de empatía ni pueden hablar de sus propias emociones.

A menudo un psicólogo, lo único que hace en la consulta en enseñar al cliente a pensar correctamente. Muchos de nuestros agobios, depresiones, neuras y ansiedades, por las que acudimos a un psicólogo, no son “enfermedades mentales” son errores de pensamiento.

El urólogo que me atendió es ya muy mayor y probablemente no cambie nunca, pero los médicos del futuro que son los niños de ahora, aún están a tiempo de tener una educación diferente.

Seguimos teniendo una educación por asignaturas, cuando los problemas de la vida no vienen por asignaturas. No nos viene un problema de matemáticas y luego una de lengua para resolverlo según hemos aprendido. No nos viene un enfermo de libro con una piedra en el riñón. Y si la forma que tienes de tratar a la gente hace que te quedes sin pacientes porque nadie quiere volver a tu consulta, por mucho que sepas de medicina no vas a poder ayudar a nadie. Trabajar con personas requiere muchos más conocimientos y habilidades que las que se adquieren en una disciplina del conocimiento concreta, como puede ser la urología.

He aquí un video que da esperanza a la educación del futuro. Los que ya están educados no tienen mucho que hacer, no van a volver al colegio, aunque siempre podrán acudir a un psicólogo para aprender a conocerse más a sí mismos y a mejorar aquellos aspectos de su personalidad que les supongan conflictos (tanto en el trato con los demás, como con ellos mismos). No obstante nuestros hijos aún están a tiempo de no convertirse en nosotros y repetir lo mismo que hemos hecho con este mundo. No queremos tener otro Bush, ni otro Osama bin Laden, ni más terroristas o psicópatas, ni gente no empática con la que no se pueda tratar.


¿Enviarías a tus hijos a una escuela de este tipo (la del video) cuya prioridad sea enseñarles a pensar por sí mismos, a desarrollar su personalidad, su inteligencia emocional, a trabajar en equipo y ser solidarios por encima de acumular conocimientos, y con el riesgo de que opinen diferente a ti y de que tengan otros valores distintos a los tuyos, o preferirías que reciban la educación tradicional por asignaturas que los convierta en muy buenos académicos, con la que aprendan muchos datos y que les otorgue una visión del mundo y unos valores muy similares a los que tú tienes?




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