domingo, 5 de diciembre de 2010

Un Día en el Jurado (ES)

Una amiga mía organiza un evento de danza cada año en Bilbao. Se trata de un concurso de baile para todas las edades y estilos que tiene lugar hacia el final de noviembre. Durante la competición, ella y su grupo de baile realizan algunas actuaciones. Generalmente hay un tema que da sentido al evento y un narrador cuenta una pequeña historia que hace de hilo conductor entre las actuaciones. El año pasado fui a ver el concurso y el narrador no se presentó. 30 minutos antes del número de apertura, la actriz que iba a hacer el papel de narradora avisó para decir que no podía presentarse. Mi pobre amiga y directora del evento no sabía qué hacer para solucionarlo, así que me ofrecí a ser el narrador. Mi amiga tuvo que adaptar el guión para que el narrador fuera un chico y a mí no me quedó más remedio que memorizarlo en menos que canta un gallo y salir a escena. Cosas del directo. Fue muy divertido. Sobre todo mis ensayos en voz alta entre las gradas del público, el vestuario y los pasillos (cualquiera pensaría que era, como poco, esquizofrénico).

Este año (2010), el evento tuvo lugar el 27 de noviembre y esta vez participé junto con unos compañeros de trabajo en una de las actuaciones* que tienen lugar durante el concurso. Según las palabras textuales de mi amiga: "Alen, en vista del éxito del año pasado tienes que volver a hacer de narrador este año" (supongo que se refiere al hecho de que el año pasado no me tiraran ningún tomate). Gracias a dios convencí a una amiga mía para que hiciera el papel de narradora en esta edición. Nada más empezar el evento estaba comentando con ella que qué bien que este año no había habido ningún imprevisto de última hora, cuando uno de los jueces avisó que no podía acudir. (La próxima vez no digo nada). Gracias a mi formación en danza, la directora del evento me ofreció la posibilidad de participar como jurado. Una vez más las cosas no salen siempre como las planeamos, los contratiempos forman parte de la vida y hay que saber adaptarse a ellos.

Esta es la primera vez que me piden evaluar a alguien bailando. He pasado parte de mi vida bailando y hasta ahora siempre había sido yo el evaluado. Al principio no me sentía muy cómodo de jurado, ya que no me agrada evaluar a otros, pero decidí aprovechar la experiencia y aprender algo de ello. Al comenzar la competición, me di cuenta de que el ser un estudiando de psicología me daba la posibilidad de ver el concurso desde otro punto de vista, y es esto precisamente lo que me ha motivado a escribir este artículo.

Una de las cosas que se estudia en la carrera de psicología es aprender a leer el lenguaje corporal. A lo largo de la competición podía distinguir muy claramente quién se estaba divirtiendo realmente mientras bailaba y quién estaba pasando un mal momento.

Un concurso es una situación evaluativa, como un examen, y algunas personas tienen lo que en psicología se denomina “ansiedad de prueba” o miedo a ser evaluados, y eso es algo que tanto el rostro como el cuerpo no pueden esconder.

¿Por qué algunas personas están a gusto con ellos mismos y son capaces de realizar una gran actuación, mientras que otros te transmiten una angustia que te acongoja el alma con solo mirarles la cara?

No es infrecuente que las personas que mejor bailan sean las que menos ansiedad muestran ante una evaluación, mientras que las personas que ves con una mirada de preocupación en su rostro son las que no lo hacen tan bien. Esto no siempre es así ya que algunas personas estaban bailando totalmente descoordinados con el resto de sus compañeros y se les veía pasarlo en grande.

Antes de entrar de lleno en la ansiedad de rendimiento o ansiedad de prueba, me gustaría hablar sobre los profesores. A través de un bailarín se puede ver a su maestro, a través de la coreografía también se puede percibir al coreógrafo, lo mismo que cuando ves a un niño puedes imaginarte a los padres. De tal palo tal astilla, de tal bailarín tal profesor.

Si algún profesor/a de baile está leyendo esto, me gustaría hacer hincapié en la importancia de su papel como educador/a. Cuando enseñamos algo, no importa lo técnico que sea, también enseñamos unos valores y una actitud no solo ante dicha disciplina, sino también ante la vida, tal vez inconscientemente, pero los enseñamos. Las opiniones que expresamos al dar la clase, los comentarios que hacemos, las cosas a las que damos importancia y a las que no, todo eso también se transmite a los estudiantes. 

Unas Navidades bailé en una zarzuela en el Teatro Arriaga. En la audición conocí a algunos bailarines de la antigua escuela de ballet de Jon Beitia, una escuela que tenía fama de ser especialmente dura. A partir de ese día, después de pasar unas horas con ellos, podía distinguir a cualquier bailarín de dicha escuela solo con oírles hablar o por la forma de dirigirse a otras personas. Pasar 9 horas al día con un mismo tutor transforma el carácter.

He tomado clases de baile durante muchos años con una gran profesora en la escuela de danza La Bisagra. Ella me enseñó a ser humilde y mostrar respeto por el trabajo de los demás. También me enseño a no dejarme intimidar por el trabajo de otros, algo muy importante cuando estás compitiendo y acabas de ver lo que ha hecho el grupo que va delante de ti. 

He tenido miedo escénico muchos años, pero si yo pude superarlo, puede cualquiera.

Si eres profesor de danza, asegúrate de enseñar a tus alumnos técnicas para mejorar la presencia en escena y controlar la ansiedad de rendimiento. Recuerda que cualquier bailarín acude a tus clases porque es algo que les gusta (salvo que le obliguen sus padres), y lo hacen para divertirse. Bailar es algo que no sólo se hace con el cuerpo, sino también con el alma. Nos gusta bailar porque nos hacen sentir vivos.

Se requiere mucho valor para subir a un escenario. Todas las personas que lo hacen pueden sentirse muy orgullosas por eso. Hay mucha gente que ni siquiera se atrevería a hacer algo así, que ni se les ocurriría subirse a un escenario y exponerse al público. 

Aún así había personas que lo estaban pasando mal. Viendo a los concursantes desde la mesa del jurado, a veces sentía ganas de subir al escenario y decirles algo así como: “Lo estás haciendo bien, no pasa nada, está muy bien, no te preocupes”.  

La ansiedad de prueba tiene dos caras. Si somos buenos en algo y lo sabemos, es muy posible que nos sintamos a gusto con nosotros mismos y tengamos ganas de mostrar lo que somos capaces de hacer a los demás. Estas personas hacen lo que les gusta hacer y disfrutan en el escenario compartiendo sus talentos con el público. Este tipo de individuos tiene menos ansiedad y utilizan el subidón que les da la actuación para rendir todavía mejor. El éxito que obtienen en escena al hacer las cosas bien, aumenta su autoestima, lo que les da más seguridad para la próxima vez.

Para tener presencia en escena y proyectar un mensaje al público no hace falta tener la mejor técnica de danza (aunque ello obviamente ayuda). Por ejemplo, hubo un grupo muy gracioso llamado "Sosas Caústicas", que interpretó la canción "La Vida es Una Tómbola" de Marisol. Su rutina de danza no incluía ninguna proeza técnicamente hablando, pero a nivel de presencia escénica y de interpretación, a la actuación no se le podía pedir más. Las poses, las caras y la forma de expresarse en escena daban vida a la coreografía. Se notaba que estaban disfrutando con lo que estaban haciendo y se les veía grandes en escena. Consiguieron mantener la atención del público, que es de lo que se trata al fin y al cabo, de entretener al público y de sorprenderle gratamente. Cuando llevas viendo muchas actuaciones más o menos similares, observando los mismos pasos de baile una y otra vez, se agradece ver algo diferente y original. (Los seres humanos somos así, nos llama la atención lo que contrasta, lo monótono nos aburre).

Hasta aquí he hablado de los que se crecen en el escenario, pero en el otro extremo están los que “sufren” bailando, probablemente porque no se sienten tan seguros de sus habilidades y se observan y se juzgan a sí mismos mientras bailan. Seguramente lo hacían mucho mejor en los ensayos, cuando no tenían ninguna presión encima. Fuera del escenario se les distingue porque se les oye hablar de cosas negativas acerca de sí mismos: "Yo no soy bueno en esto, no me salen las piruetas, siempre la fastidio, qué mal". También son los que se suelen poner muy nerviosos cuando les observa el profesor o les mandan salir de uno en uno en una diagonal de danza. La ansiedad les puede llegar a bloquear en el escenario, haciendo que su actuación sea pobre, a pesar de saberse perfectamente la coreografía y de haberlo hecho bien en los ensayos. Estas personas, que están deseando “que acabe ya”, pueden llegar a sentirse tan mal después de una actuación como para no querer volver a hacerlo más, sobre todo si ello les ha afectado a su autoestima.

El miedo escénico se mantiene como muchas fobias por lo que en psicología se conoce como “conducta de evitación/escape”. Cuando te acercas al objeto que te da miedo (una serpiente, salir a escena, hablar con desconocidos) empiezas a encontrarte mal, por lo que te alejas, al alejarte te encuentras bien y los síntomas de ansiedad desaparecen. Esta bajada de la ansiedad refuerza la conducta de huida. Aprendemos a huir para sentirnos bien. Si quieres superar una fobia o un miedo, huir de ella no es la manera adecuada.

La única manera de superar el miedo a escena es saliendo más a escena. Claro que esto no se puede hacer de cualquier manera. Una forma ideal y segura de hacerlo, por ejemplo, es tomando clases de teatro. En el grupo adecuado y con un profesor de calidad, cualquier persona con miedo escénico, al sentirse aceptada tal y como es, se verá estimulada a sacar lo mejor de sí misma en el escenario.

Si te dedicas a la enseñanza de la danza, también hay muchas cosas que puedes hacer por tus alumnos. He aquí algo que aprendí de mi profesor de actuación, así como de mis estudios de psicología: “tener tacto.

El factor clave es entender que la autoestima es una de las cosas más importantes que tiene una persona. Las posesiones materiales y el dinero, vienen y van, lo mismo puede pasar con el puesto de trabajo, el estatus social o la pareja, pero la autoestima, esa la llevamos con nosotros durante toda la vida. Buena parte del trabajo de un actor, bailarín, cantante o cualquier otro está basado en su auto-estima.

Por tanto, cuando te dirijas a tus alumnos en clase asegúrate de tener esto en cuenta y ten tacto a la hora de transmitir lo que quieres enseñarles. Si tu objetivo es que el alumno mejore, dañar su autoestima no le ayudará en absoluto. Eso no quiere decir que no haya que corregirles, ni decirles lo que hacen mal. El cuidado hay que tenerlo no en lo que se dice, sino en cómo decirlo y en la intención que tenemos a la hora de decirlo. Por desgracia, en el mundo de la danza, he visto gente con muy poco tacto y muy frustrada, que no solo no sacaba lo mejor de sus alumnos, sino que muchos de ellos acaban igual de frustrados que el profesor (el antiguo ballet de Euskadi era un gran ejemplo de esto).

Como regla general, es mejor evitar comentar algo en términos personales, es decir, no juzgar a la persona en sí, sino al comportamiento. Incluso alabar a tu mejor alumno puede hacerle sufrir ansiedad de prueba. Decir a una persona constantemente lo buena que es, acaba poniendo mucha presión en ella quien se esforzará en mantener las altas expectativas que se han depositado en ella.

Por ejemplo, en lugar de decir "qué buen bailarín eres" cuando vemos a alguien hacer unas piruetas perfectas, es mejor ser específico y decir algo así como “qué bien has conseguido dominar este tipo de pirueta” o “veo que has trabajado mucho la técnica, haces muy bien esos giros”. De esta forma, ponemos el énfasis en la acción y no en la persona. Le animamos a seguir trabajando. Lo mismo se aplica cuando se hace un comentario negativo. Si alguien tiene que mejorar algo, criticarle no sirve de nada, debes ayudarle a mejorar. Sé específico, di lo que, según tu opinión, ha salido mal y cómo corregirlo y evita valoraciones y juicios.

Cuando vivía en Bélgica, tuve una gran profesora de ballet. Yo le llamo mi profesora mágica. Cuando salía de su clase me sentía como si hubiera hecho alguna cura de algo, porque estaba lleno de energía. Además en un par de años con ella mejoré más mi técnica que en todos los años anteriores juntos. También me enseñó a ser realista, a trabajar en lo que podía mejorar de verdad y olvidarme de las cosas que mi cuerpo no iba a lograr, y sobre todo a sentirme bien por ello. Mi experiencia es que el profesor marca una gran diferencia y tener una buena educación puede costar, pero a la larga no tiene precio.

Cualquier docente tiene la responsabilidad de asegurarse de que hace todo lo posible para sacar lo mejor de sus alumnos. Si te encuentras con un estudiante muy negativo que le sale todo mal, es importante pedirle cosas que puede lograr en un principio. Así tendrá éxito en lo que haga y podrá empezar a sentirse mejor consigo mismo y aumentar su autoestima. Una vez se sienta más seguro de sí mismo, es el momento de pedirle cosas más difíciles.

Siempre me ha gustado bailar y siempre me gustará. Ya no tengo la forma física de cuando bailaba 6 horas al día, y tal vez por eso he preferido continuar trabajando mis dotes artísticas en otras artes escénicas, como la interpretación. Aún así creo que los bailarines, entre todos los artistas, tienen mucho mérito.
Los músicos, por ejemplo, reciben su música en una partitura que pueden leer en todo momento, así mismo, la noche del espectáculo, tocan bajo la dirección del director de orquesta, y tocan con una copia impresa de la música frente a ellos. Los actores, por su parte, reciben un 
guión que pueden llevar a casa y leerlo una y otra vez hasta que lo aprenden de memoria. Además durante gran parte de los ensayos se les permite llevar el guión con ellos.

Los bailarines, por el contrario, tienen que aprender miles de cambios sutiles en la posición del cuerpo con sólo ver cómo alguien demuestra los movimientos. No escriben nada y no se les da ningún papel con anotaciones de la coreografía. Imagínate si los actores o los músicos tuvieran que aprender sus piezas de memoria, simplemente viendo o escuchando a otra persona hacerlo. Cuando los bailarines quieren seguir practicando al llegar a casa tras los ensayos, no tienen nada material que les recuerde los pasos de baile, salvo su propia y extraordinaria memoria.
En cualquier caso y para terminar, me gustaría decir que no me resultó nada fácil ser miembro del jurado, pero sí que fue muy enriquecedor. Había tantos grupos, con tantas ideas creativas, que habían dedicado tanto trabajo y tanta preparación para su puesta en escena que resultaba muy difícil reducirlo todo a unos pocos ganadores.

En algunos concursos de danza estadounidense cada juez graba sus comentarios en una pequeña cinta que al final de la competición se entrega a los participantes, con la idea de que aprendan algo de ello. Me habría gustado haber hecho algo así aquel día. Normalmente no soy muy amigo de las competiciones, ya que siempre que hay un ganador, hay un perdedor, y a veces la diferencia entre ambos es muy subjetiva. No obstante, un concurso también puede ser una gran experiencia de crecimiento y aprendizaje. A mí me gustar compararlo con los deportistas que hacen balonmano o fútbol, si depués de entrenar toda la semana, el sábado no hay partido, sientes que te falta algo. Un concurso de baile es una forma de ponerte a prueba y de recibir reconocimiento por el esfuerzo dedicado a esta disciplina.

He visto crecer el evento Let’s Dance año tras año, cada vez participa más gente y el nivel de las actuaciones sigue aumentando con cada edición. Además ha dejado de ser una competición local ya que muchos de los grupos vienen de otras partes de España (como los ganadores de la categoría Senior que vinieron de Oviedo).

Si participaste en el concurso Let’s Dance y estás leyendo esto, espero que este artículo te inspire a seguir trabajando en tu técnica de danza y a participar de nuevo el próximo año. Y si nunca has bailado, espero haber contribuido a aumentar tu apreciación por este arte.

¿Has sentido alguna vez miedo escénico?

¿Crees que recibir clases de interpretación te ayudaría a superarlo?


*pincha aquí si quieres ver mi actuación.

8 comentarios:

  1. En muchas partes de tu artículo me siento muy identificada. La verdad es que ni a mi grupo ni a mí nos gusta nada de nada competir, porque se pasa demasiado mal en algo que para nosotros es el mejor ocio del mundo, bailar, pero en cuanto hay una connotación negativa: los nervios, ya no es tan divertido, así que optamos por no competir. Hay gente que le encanta la adrenalina, pero buf! no, no para mí.
    No obstante, en actuaciones o en competiciones, siempre sientes la pregunta interna: ¿les estará gustando, qué pensarán?
    es tu evaluación personal, pero no es tan dura.
    Por otro lado, es cierto que la técnica es importantísima, pero si me pongo como espectadora, busco el show completo, que me haga sonreír y que la actuación brille, aunque no sea con la mejor coreografía del mundo. Para mí, esos son los campeones, los que te hacen vibrar.
    Y animo a todos los grupos que bien compitan, haga exhibiciones tan chulas como la vuestra o sea mi grupo del alma, a que sigan pasando los nervios que ellos quieran, pero que sigan bailando, que el show continúe por muchos muchos años.
    A título personal, he de decir que si año tras año echo mano de profesionales como la copa de un pino como es el autor de este blog, es porque encontrar la buena versatilidad es como encontrar la aguja en un pajar. Muy poca gente baila, actúa, atrae al público y sabe evaluar con criterio bien definido, por eso pido sopitas siempre a cuatro contados; a los grandes profesionales como tú.
    Sí, y si mañana monto un circo y se me parte la pierna un trapecista, ¡¡ya te puedes enfundar las mallas ya mismo! jajaja sabes que lo hago con cariño y porque confío en ti y en tu trabajo, pero sobre todo, en ti.

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  2. Muy buenas, con esta entrada me he visto retratado, pero con las personas que no disfrutan. Yo no bailo, ni actúo, pero si me tengo que poner delante de otros colegas a exponer mis avances científicos en congresos y conferencias... Es la peor parte de mi profesión (para mí) y no soy capaz de superarlo.

    Saludos, Esteban

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  3. Lo que me cuentas es un caso bastante común. Yo doy cursos de cómo hablar en público. Hace un par de años lo di en un simposio de médicos en Madrid. Mis clientes eran eminencias en medicina, de los que aparecen en las publicaciones científicas, en cambio cuando tenían que salir a hablar en público no eran más que pequeños niños asustados.

    Eso sí, después del curso, cuando se veían perfectamente capaces de hablar en público y habían perdido por completo el miedo, no había quien les bajara de la tarima. En realidad todos estaban deseosos de compartir su conocimiento con el público, pero no lo habían hecho hasta ahora por causa del miedo escénico. Una vez se dan cuenta de son perfectamente capaces de hacerlo y el miedo desaparece, te das cuenta de que todos ellos tenían en su interior un pequeño orador en potencia deseoso por salir.

    En ese momento me recordaban a un niño pequeño cuando le quitas las dos ruedas de apoyo de la bicicleta: "mamá, papá, mirad lo que hago, mírame, mírame..." Al principio no querían subir al escenario, y al final del curso se molestan cuando les pedías que se bajaran del estrado porque se las había acabado el tiempo.

    Si no puedes acudir a un curso específico de cómo hablar en público, una alternativa es apuntarte a clases de teatro. En realidad todos somos capaces de hablar en público, lo hacemos con nuestros amigos todos los días, lo que pasa es que por la educación que hemos tenido en el colegio, al subir al escenario nos sentimos en un examen y empezamos a juzgarnos y a pensar cómo los otros nos están juzgando. Nos bloqueamos y nos avergonzamos y eso aún nos causa más ansiedad. Gracias a dios, este es uno de los problemas psicológicos de más fácil solución.

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  4. Muchas gracias, no conocía la existencia de dichos cursos. Buscaré alguno por Sevilla y, si lo encuentro, probaré a ver qué tal.

    SAludos, Esteban

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  5. Después de la mítica performance en Central Park, Barbra Streisand se negó en redondo durante más de 20 años a subirse a un escenario, aquejada de miedo o pánico escénico. Si se tiene en cuenta que antes del concierto de Nueva York ya tenía un Oscar a la mejor actriz, un Tony, y varias nominaciones a ambos, y que para cuando volvió a actuar en público había conseguido otro Oscar y quién sabe cuántos premios y nominaciones más, pues opino que no, que recibir clases de interpretación no le ayudó a superarlo.
    Se comenta que lo hizo por dinero, pero otras fuentes descartan esa motivación que, dicen, se debe a sus raíces judías.

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  6. gracias Alen, soy una de Las Sosas Causticas, nos has alegrado el día!!!!!!

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  7. Personalmente no estoy de acuerdo con que las clases de teatro sean una panacea. He hecho cursos de teatro en varias ocasiones y como no se me daba mal, salía relativamente tranquilo a escena y lo hacía (creo) bien. Era un orgasmo intelectual en estado puro.
    En cambio, soy profe de primaria y cuando me toca hablar delante de los padres de mis alumnos me pongo muy nervioso y lo paso mal. Tras mucha reflexión, he llegado a la conclusión de que lo que me pone nervioso es ser observado mientras construyo las oraciones que voy a decir (aparte de otros motivos personales, claro, que no voy a comentar aquí). Es cierto que conforme llevo un rato hablando me tranquilizo y hasta termino disfrutando porque observo que caigo bien, transmito ideas, etc. pero la siguiente vez vuelvo a sentir la misma congoja.

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  8. @Diabetes. Tienes razón, el teatro no es una panacea para todo. En general puede venir bien para gente tímida que desea dejar de serlo y no sabe muy bien cómo. En cambio cuando el miedo viene por una situación muy específica y concreta, necesita ser tratado también de forma igualmente específica y concreta.
    Si lo que nos produce miedo es ser observado/a mientras construimos frases, aprender un texto y recitarlo en el escenario no es una situación equivalente. ¿Has hecho alguna vez teatro de improvisación, donde el texto no está prefijado de antemano?
    Por otro lado, puede ser que lo que nos preocupe es no caer bien a los demás, es decir, la evaluación que pensamos que otros están realizando sobre nosotros. Recuerdo que uno de mis profesores de psicología solía decir: “Hagas lo que hagas siempre habrá un 25% de las personas a las que no le vas a caer bien. Cuanto antes lo asumas y sueltes ese ancla, mejor. Hay gente que se pasa la vida haciendo cosas para agradar a ese 25% y se olvida de dirigirse al 75% restante. Es definitiva, haz bien tu trabajo, 3/4 de la gente lo apreciará, y el 1/4 restante se puede ir al fondo del mar atados a ese ancla que acabas de soltar. Olvídate de ellos, no son tu mercado.”
    Claro que esto es muy distinto a lo que me decía mi jefe en mi anterior empresa, donde los objetivos de satisfacción eran del 95%. Personalmente, en lo que se refiere a mi vida privada, me siento más en consonancia con los consejos de mi profesor de psicología.

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